Mi amiga no era una chica que le
gustara escribir grandes cartas y aún no existía internet ni Smartphone. Esto,
yo tenía que haberlo sabido, porque ella era así, desde que la conocí con
apenas 8 años. Estuvimos juntas cada día hasta los 19, momento en el que nos
separamos cuando me fui a vivir a Austria. Ella fue testigo en mi boda cuando
vivía mis 20 abriles.
Yo? Era simplemente estúpida,
con cariño lo digo. Demasiada joven y tonta para poder entender que los
sentimientos se pueden expresar de mil formas y no sólo a través de cartas o
llamadas telefónicas. Demasiada inocente para poder entender que cada acción,
no necesariamente necesita una respuesta y que no tiene sentido, poner
expectativas muy altas y esperar que la otra parte tome acción, para
“recompensar” la mía.
Amistad de verdad, es mucho
más profundo, pero esto…aprendí después. Demasiado tarde, como podéis entender.
Te das cuenta cuando estás a punto de perder a una persona o ya la has perdido
para siempre, no hay un después, ya no puedes arreglar nada, como escuché
alguna vez, que aprendes a valorar las cosas cuando ya no las tienes. Gran verdad.
Se paga caro “la inmadurez
emocional”, con lagrimas que perduran de por vida. Aprendí, más tarde aún, que
invertimos mucho tiempo y energía en las personas equivocadas, o en personas
que en realidad no valen la pena. A menudo nos dejamos llevar más por cosas
superficiales que por aquellas profundas e importantes que por lo general
implican más esfuerzo y dedicación. Pensamos que somos "protagonista de la película", cuando gente con mucha palabra y poca acción nos presta mucha atención. En vez de
buscar nuestro verdadero YO y querer a nosotros mismos, estar bien cuando estamos
solos, tener autoconfianza,…perdemos el
tiempo en banalidades paupérrimas y falaces para el alma.
Recuerdo bien historias
vividas, como cuando intentábamos borrar nuestras huellas de barro, marcadas sobre
el cristal de la ventana del colegio, limpiándolas con las rojas y pesadas
cortinas que protegían de intrusas miradas, en el colegio de nuestro entrañable
pueblo. Por fuera lo intentamos con papel de váter… Era la única manera de
entrar y salir ilegalmente de la clase, para intercambiar nuestros exámenes,
que se encontraban en la maleta del profesor y así obtener una mejor nota en
inglés. El plan era, pasar a través del pasillo e ir por la puerta normal y
corriente, cosa que en otras ocasiones, de otros compañeros, funcionó. Pero
esta vez, el profe cerró con llave… No quedaba otra alternativa que ir por
fuera y entrar por la ventanilla abierta, situada en la parte más alta de las
grandes ventanas del colegio.
Con el hecho consumado, atemorizadas,
con las rodillas temblando de miedo a que nos pillasen con los exámenes intercambiados
entramos después de la pausa, directo a la clase. Cara de terror cuando nos
percibimos de las “rayas de barro” que habíamos dejado en la ventana, mientras el
profe nos cantaba las notas…
Recuerdo también: Nuestras
salidas en un barquito de plástico por las aguas, alrededor del colegio.
(“Sloten”, es como se llama en Holanda los ríos artificiales sin corriente). Emocionantes persecuciones
entre chicos y chicas, sobre las tranquilas aguas, embarcados en inestables y
rudimentarios botes. Las tardes de patinaje sobre hielo, comiendo galletas,
grandes y típicas en nuestro país, con chocolate caliente, con toda nuestra
clase. Tardes de futbol, corriendo con nuestras bicis a la casa de mi amiga,
donde su madre nos esperaba cada día con té y merienda.
Recuerdo como sufrimos las
dos, con nuestros 13 años, cuando detectaron un tumor en la cabeza de su madre.
Como saltamos de alegría cuando la operación fue un éxito y se recuperó del
todo! Su madre hasta el día de hoy está en estupenda forma. Sin duda, mi gran
amiga, hizo mi juventud mucho más bonita!
Por mi joven estupidez,
perdí el contacto con ella o más bien, no hice ningún esfuerzo para alimentar
la amistad, porque yo estaba decepcionada, viviendo en Austria, sintiéndome
sola y sin ninguna noticia de mi amiga. (Yo,Yo,Yo,Yo…)
Ella nunca estuvo fuera de
mis pensamientos, pero mi orgullo me impidió retomar el contacto, hasta que me
enteré por parte de mi familia en Holanda que tenía cáncer… Mientras tanto, yo,
llevaba ya 13 años en Andorra…Mucho tiempo sin explicarle que siempre estaba en
mis pensamientos y corazón.
Escribí una carta, no me
atreví llamarla, porque me comentaron que no quería entrar en contacto con
nadie... Dijeron, que no quería, que nadie se lamentara por ella.
Así fue, que recibí su
única carta y encima la más larga y emocionante que he recibido jamás!
Lloré como nunca también, tan sincera y tan impactante era. El mismo día de
leer sus líneas, me llamó, (impresionante) y pocos días después estuve con ella en Holanda.
Dos mujeres, dos vidas, un
largo tiempo separadas, más de 20 años, las dos con hijos, ella con su marido y yo
habiéndolo perdido, ella con cáncer de páncreas, luchando por la vida y ambas
con la convicción de que entre nosotras nunca había pasado el tiempo... La dije
que regresaría en un mes para verla… llegué tarde…
No hay comentarios:
Publicar un comentario